sábado, octubre 12, 2024
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Burgos

La montaña rusa del Burgos CF

Jornada cuatro del campeonato liguero y los rumores cada vez suenan más fuertes: este Burgos preocupa. Preocupa no solo por lo visto en el campo, si no por el feeling que transmite. Errores básicos, falta de contundencia y sin plan B. Un equipo con poco carácter, carente de líderes y que sufre horrores si no es capaz de dirigir la corriente del partido, acostumbrándonos cada fin de semana a una de cal y otra de arena.

Tarde de septiembre, lluvia fina y olor a fútbol según nos acercábamos a El Molinón. Más de mil blanquinegros dando color, y sobre todo decibelios, en un estadio de otra categoría, que presentó muy buena entrada para ver un partido que desprendía incertidumbre antes del pitido inicial. Incertidumbre porque el conjunto local había generado muchas dudas en los tres primeros partidos, incluyendo una contundente derrota ante el Racing de Ferrol en la jornada previa, y así nos lo trasmitían los aficionados gijoneses, muy descontentos con la dirección del club, que parece buscar más marketing de su México natal a un proyecto deportivo que diera más aspiraciones al equipo.

Por nuestra parte extraña burbuja de positivismo, pocos aficionados imaginaban la derrota a las cuatro de la tarde. Habíamos presenciado un buen partido ante el Oviedo, éramos conscientes de nuestras debilidades, pero confiábamos en explotar todo lo bueno visto y aprovecharnos de las heridas que aún podía traer el Sporting de A Malata. Misma alineación que en la anterior fecha y sólo con la variación obligada de Espiau respecto  a la jornada 1 y 2, confiando en un once tipo que no parece tener alternativas y del que nos podemos saber de memoria hasta los cambios, lo que no sé si nos hace un equipo de garantías o bastante previsible para los rivales.

Pronto se difuminó nuestra idea de partido. Malísimos minutos iniciales pese al empuje de nuestra grada, que pareció entender más la importancia del partido que la propia plantilla, y que acabaron con el gol de Otero en ese córner, nuevamente balón parado mal defendido (innumerables en lo que vamos de temporada), juntando varios despropósitos que resumen a la perfección cómo salió el Burgos al campo.  

Después de esto, salió el sol en Gijón y a partir de ahí el conjunto de Bolo quiso hacer borrón y cuenta nueva: volvió a dar la manija del partido a Mumo, al que no se le puede señalar por no haberlo intentado, pero que en este partido no estuvo acertado, y que tampoco pudo estar acompañado ofensivamente por Curro, muy bien controlado por la medular sportinguista, impidiéndole actuar entre líneas, dónde probablemente sea más dañino. Muy poca profundidad de los laterales y desatino de los extremos, lo que convertía en inertes los intentos de posesiones largas, sin acercamientos al área y sin tiros.

Tuvimos que esperar al minuto sesenta para ver el primer disparo a puerta de nuestro BCF, y no pudo llegar de la mejor forma. Gran jugada de estrategia, y no es la primera que vemos con el entrenador vasco, que parece saber de la importancia del balón parado ofensivo, y que está intentado explotarlo, con Curro como actor protagonista en la mayoría de ocasiones. El runrún en el estadio apareció, la esquina dónde nos encontrábamos los mil burgalesistas estaba en ebullición esperando que el equipo aprovechara la ola y asediara la portería de Yañez, pero nada más parecido a la realidad. Volvió el Burgos impreciso, que atacaba más con el corazón que con las piernas (muy parecido a lo visto en los últimos minutos en Valencia) y que volvió a defender en el límite del alambre.  

El final ya todos lo sabemos, pero pudo llegar mucho antes. Se sumaban las contras del Sporting, imposibles de parar para los mediocentros blanquinegros, una vez más muy superados en ese tipo de acciones, y más con la salida de Atienza del campo que parece ser el único en dar el equilibrio que mantiene al equipo a flote. A esto se sumó la falta de agresividad, sin faltas de las llamadas “estratégicas” que facilitaban mucho las transiciones rápidas de los rojiblancos.

Caras tristes, de abatimiento, tanto en la grada como en el verde. Todos sabíamos que ese punto que se nos escapó era vital; vital porque nos habíamos enfrentado a uno de los equipos que menos ha demostrado hasta el momento, vital porque sabemos que será uno de nuestros rivales en la lucha por esos cincuenta soñados puntos y vital porque sabemos que vamos a sufrir mucho para conseguirlos.

Bolo ya empieza a aparecer en la boca de algunos, sabemos que nos puede dar mucho, pero en partidos como el de ayer quizás haya que saber conservar más lo que se tiene que luchar por lo que no. El sábado que viene nueva oportunidad. Quinta jornada pero que vuelve a dejar un aroma a final, nos visita un Eibar en horas bajas, al que podemos hacer mucho daño, pero que si se despierta nos puede meter en problemas. No es el momento para abandonar, el margen de mejora es amplio y esperemos que una vez por todas los recurrentes errores se solucionen.

 Nos vemos el sábado en El Plantío.

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