El partido del año, no hablamos de otra cosa durante la semana. Una previa de siete días en los que los ánimos no podían ser mejores tras la goleada endosada al Elche. El partido ya había comenzado a las 6 de la mañana del lunes, cuando más de treinta aficionados blanquinegros nos agolpábamos en la puerta de la tienda de El Plantío para conseguir una de las seiscientas preciadas entradas que darían acceso al partido, ansiosos por “meter mano” por fin a un rival histórico al que por primera vez mirábamos de tú a tú, tras muchos años de distancia deportiva.
19 de abril de 1970 la última vez que conquistamos el feudo albivioleta, en aquella ocasión,hace 53 años, el Burgos CF venció por 3 goles a 1 en el Viejo Zorrilla, situado cerca de la actual plaza de toros. Las vibraciones nos acompañaban de camino al estadio; un corteo siempre emotivo, dónde daba la sensación que nos dirigíamos más a un campo de batalla que a un recinto deportivo.
Si algo diferencia este partido del resto, es el componente emocional. Valladolid, la eterna beneficiada, frente a Burgos, la casi siempre perdedora. El grande contra el pequeño, David contra Goliat. El primer gol se debía marcar desde la grada, y ahí la distancia fue pasmosa. Los más de veintiséis mil aficionados locales no fueron competencia para los Hijos del Frío, una vez más fieles a su equipo y que fueron los únicos en dar decibelios a un taciturno estadio.
Bolo cambió el esquema, quizás más consciente del calendario que tenemos por delante a la importancia que la parroquia blanquinegra daba a este partido. Introdujo las rotaciones que hasta ahora habíamos echado en falta: premió a Appin y a Borja, y dio su oportunidad a Bermejo, que tras perderse media pretemporada por lesión aún no había encontrado su hueco en el once inicial.
Pocos minutos hicieron falta para que el Burgos recibiera su primer golpe. Una salida en semifallo del Pucela se convirtió en un mano a mano tras un claro desajuste de la defensa visitante, y que Marcos André, uno de los mejores delanteros de la categoría, definió con un poco de suspense en la primera del partido. Pero el Burgos tenía el plan claro y no se dejó llevar por el desánimo. Cuarenta minutos de un fútbol bastante vistoso que lograron encajonar al Valladolid en su área, liderados por un Álex Bermejo que aprovechó su oportunidad con verticalidad y desborde, asociándose con frecuencia con Curro y escoltados por la escoba de Atienza y, sobre todo, por la energía de Kevin Appin que no se cansó de romper líneas con sus arrancadas.
Las oportunidades llegaban con frecuencia, pero sin acierto; y cuando mejor estaba el Burgos,en una de las pocas salidas a la contra del conjunto de Pezzolano, se provocó el córner que Monchu convertiría en una obra de arte, algo insólito y que con cierta colaboración de Churripi, acabaría recogiendo de la red. Segundo mazazo y pitido de descanso.
Y si ya muchos de los aficionados locales pensaban que estaba hecho, aún los de la ribera del Arlanzón tenían algo que decir. El equipo salió enrabietado del vestuario, con ganas de demostrar que lo acontecido hasta ese momento había sido injusto. Fer Niño sustituyó a un inoperante Ander Martín, acompañando a un Espiau que hasta el momento había tenido que bregar en solitario; y el revulsivo surtió el efecto esperado. El Burgos acumuló dos acciones de gol muy claras antes del minuto cincuenta, en especial la segunda, que aún nos seguimos preguntado cómo no pudo acabar en gol, el gol que hubiese cambiado el partido sin ninguna duda.
Cuando más empujaban los de Bolo y La Hinchada del Arlanzón se adueñaba de la energía del Nuevo José Zorrilla, llegó la sentencia. Contra por banda izquierda del ataque pucelano, muy mal defendida por Borja que reculó hasta que cómodamente el extremo sirvió un balón a placer al punto de penalti, rematando Meseguer sin oposición. El tercer golpe fue demasiado para un equipo que lo había dado todo y que ya fue incapaz de levantarse de la lona, rozando el knock-out en varias acciones que podían haber hecho mucho más abultado el marcador.
Es difícil explicar a alguien que no viera el derbi cómo el equipo que más tira y más posesión tiene pudiera perder por goleada, pero para lo bueno y para lo malo así es el fútbol, y si contra el Elche salió cara, en Valladolid salió cruz. Por suerte, la memoria de este deporte es muy corta, y las posibilidades de resarcirse son muchas. Así, el miércoles a las 21:30, el partido contra el líder de la categoría será tomado como una revancha, invocando el poderío del fortín.
Estoy seguro de que los allí presentes no olvidaremos jamás la dolorosa y eterna ola con la que se divertían los aficionados rivales tras el tercer gol de su equipo (los mismos que abandonaban en hordas el estadio una vez superado el minuto ochenta de partido), y tampoco lo harán los jugadores, que dieron la cara durante casi cinco minutos delante de los desplazados, escocidos por la impotencia, mientras entonábamos el “bajamos al infierno, para luego volver”. Esta batalla es de todos y no es el momento de abandonar.
¡Aúpa Burgos! ¡A por el Lega!